jueves, 1 de mayo de 2008

Amor Extraprogramático

Esta es una historia de amor entre mi profesora de matemáticas y mi compañera de curso, que comenzaron una relación amorosa cuando cursábamos cuarto medio; la cual dejo a mis compañeros y a mi marcados, puesto que no solo la relación se sabia entre sus mas cercanos, sino que hasta el director y la justicia se pronunciaron sobre esto.

La relación se comenzó a dar en el segundo semestre de nuestro ultimo año escolar, que se fue dando de forma tal vez un poco extraña ya que mi compañera no era la típica alumna favorita de la profesora, puesto que ni siquiera participaba en el electivo de matemáticas, además sus notas en plan común tampoco eran muy sobresaliente, sin embrago esta relación se dio y comenzó a evidenciarse, cuando ambas se veían muy cercanas en los recreos o incluso en la sala de clases, lo que era bastante curioso; luego mi compañera comienzo a faltar mucho a clases y se veía salir de la sala a la profesora con el grupo mas cercano de amigas de mi compañera y luego al preguntarles a ellas si sabían algo del porque mi compañera faltaba tanto, solo decían que ella estaba pasando por un momento familiar difícil, etc.

Al volver mi compañera a clases, comento en varias ocasiones lo que sus amigas ya habían dicho, pero con el tiempo se comenzarían a saberse detalles del porqué de sus problemas familiares y el nexo con su cercanía con la profesora, y esto era que entre ellas mantenían una relación íntima. Entre otras cosas se supo que mi compañera (que en ese entonces tenia 17 años) se escapaba de su casa alrededor de las 12 de la noche y que se juntaba con la profesora y pasaban la noche en la casa de ella, y regresaba a las 6 de la mañana, y que fue descubierta por sus papas, que luego de indagar mucho descubrieron todo, lo cual era de pensar, pusieron “ el grito en el cielo “, y denunciaron a la profesora al ministerio de educación y a los tribunales de justicia, por abuso a menor de edad, etc. Pero esto no acaba aquí puesto que mi compañera y la profesora comenzaron a vivir juntas continuando su relación por alrededor de una año.

Entre las consecuencias de esta relación fueron entre otras que se le pidiera la renuncia a la profesora del colegio, saliera absuelta de la denuncia en el tribunal de justicia (por no haberse comprobado el supuesto abuso sexual y ratificado por mi compañera al testificar que la relación era consentida), que mi compañera no asistiera a la fiesta de graduación y que en la licenciatura solo asistiera su mamà y hermanos menores.

Logística

HISTORIAS DE COLEGIO

Comenzando el tercero medio, se nos informa desde la dirección del colegio que la asignatura de historia, no seria realizada por muestro profesor jefe, quién la había impartido desde nuestro primer año en el colegio. Se nos informo que para reemplazo llegaría una nueva profesora, la cuál nadie conocía. Sin embargo el rechazo hacía está nueva profesora fue generalizado por parte de todo el curso, el rechazo se justificaba debido a que el profesor marcos, quién era nuestro profesor jefe y antiguo Prof. de historia, era muy complaciente con todo el curso, sus clases eran una hora de recreo más que horas de estudio, este privilegio no lo teníamos con ningún profesor que nos impartiera clases y por ese motivo no nos hacia mucha gracia la posibilidad de perder esta pequeña libertad. Fue así como el curso en general se motivo para mostrar nuestro rechazo en la medida tomada.

El primer día de clases con el nueva profesora, se decidió que llegaríamos todos temprano y la esperaríamos dentro de la sala, ordenados y callados mientras en la pizarra se manifestaba nuestro rechazó hacia el cambio de profesor. En la pizarra habían frases tales como: Vuelva por donde vino que la historia la hace el Prof. marcos, o bienvenido profesor marcos el curso esta con usted. Al entrar la nueva profesora en la sala de clases, no pudo evitar leer la pizarra y su cara cambio de tal forma, que por lo menos yo, me sentí culpable de aquellas frases que indicaban claramente que no la queríamos. La respuesta de le profesora no se dio a esperar ella muy orgullosa, pero estoy segura que casi apunto de llorar nos dijo clara y firmemente.: yo soy la nueva profesora de historia y al que no le guste puede salir de la sala de clases. Aquellas palabras cavaron tal sentimiento en algunos de mis compañeros que los más osados se pararon y se fueron de la sala, y por esas cosas que solo se dan en el colegio, poco a poco la gente empezó a salir, y uno por uno fueron dejando la sala bacía, pero con aire airoso y firme en lo que creíamos que era lo correcto, en pocos minutos todo el curso estaba en el patio central sin saber que hacer pero firmes en nuestra decisión.

Aquella muestra de rechazo hacia la profesora nos costo una anotación negativa generalizada, el rechazo de todo el cuerpo docente del colegio, un reto del profesor jefe y la tortura de la nueva profesora de historia por todo el resto del año.

Mariposas

Operación Newton

No solo la falta de comprensión –que caracteriza a una gran cantidad de jóvenes- con relación a las formulas y procedimientos utilizados por la Física, sino también, la búsqueda de aquella siempre necesaria gota de rebeldía característica de los adolescentes, es lo que llevó a un selecto y reducido círculo de amigos –en el cual, yo estaba incluido- a incurrir, quizás, en uno de los delitos más comunes en el cual un alumno puede caer dentro de su etapa escolar, me refiero a la falsificación.

Todo comenzó en el momento en que nuestras calificaciones progresaban significativa y estrepitosamente hacia el suelo. Corrían ya vientos otoñales, era el mes de mayo y eso –para nosotros- significaba algo muy importante, el término del primer trimestre de nuestro último año de la etapa escolar. Sí, cursábamos cuarto medio, y aún no teníamos conocimiento alguno de la forma por la cual era posible resolver un simple e inofensivo problema relacionado con Fuerza, masa, velocidad, o cualquier otro factor de calculo físico. En definitiva, fueron cuatro años en los que el esfuerzo hecho por nuestro profesor fue total y absolutamente en vano. No había caso, éramos unos ineptos en la materia.

El término del trimestre significó para nosotros un momento crucial, la situación era insostenible, teníamos pleno conocimiento que nuestras aptitudes cognitivas relacionadas con la Física no las podríamos desarrollar en un par de meses, teniendo en consideración que nisiquiera lo habíamos hecho en cuatro años. Si manteníamos ese promedio de calificaciones –en el cual, matemáticas también se encontraba en cifras rojas- era muy probable que a finales de año tuviésemos que afrontar una situación de repitencia, y para nosotros, alumnos de cuarto medio, aquello no era una opción. Por lo tanto, debíamos hacer algo.

Luego de analizar la situación se llegó a la conclusión de que la batalla se debía dar en dos frentes, el primero en contra de los cursos de matemáticas, esta se debía librar de manera trasparente y limpia. Dedicaríamos horas de estudios y acordamos reunirnos como grupo para prepararnos para las pruebas. Teníamos confianza de que lo podríamos superar. Quedaba ahora nuestro punto crítico, era de pleno conocimiento que aunque dedicásemos jornadas completas de estudio seria imposible revertir la situación de Física y para ello, ya se había tomado una decisión.

En cada semestre eran cinco las notas con las que nos calificaban, tres de estas pertenecían a pruebas, y para superarlas la única opción era mediante la copia indiscriminada. Pero, no bastaba con copiar de una manera común, se debía ser más sofisticados, no debía quedar ningún espacio en blanco, todo debía estar planificado, desde los bancos en que nos ubicaríamos hasta los medios de comunicación a utilizar –en ellos, incluíamos celulares, calculadoras, espejos, señales de manos, voces de alerta, torpeos, etc.-Una cuarta calificación correspondía a un taller que se desarrollaba en clases y que se podía finalizar en casa. Resolver esta situación no nos resultó complejo, la posibilidad de estar en nuestros hogares nos permitía utilizar diferentes medios para resolver los problemas, podíamos recurrir a libros, Internet, etc. A esta, la veíamos como la nota en la cual no se podía fallar, era una ventaja que nos entregaba el enemigo y esa ventaja sin lugar a dudas debía ser aprovechada. El punto critico de la operación –que dentro del transcurso la bautizamos como Operación Newton- se encontraba en la quinta calificación. Para acceder a esta se debía semanalmente cumplir con la resolución de interminables guias de ejercicios, las cuales, se debían presentar en el cuaderno correspondiente al curso, luego de esto el profesor las examinaba –rápidamente, puesto por puesto- y las condecoraba con un timbre que llevaba su nombre y profesión. A final de cada trimestre, si tu cuaderno poseía estampado siete timbres accedías automáticamente a la máxima calificación, la cual, para nosotros, podía significar la salvación.

Gran problema el que debíamos afrontar, primero, nunca tendríamos la capacidad intelectual para desarrollar aquellas guias y segundo, tampoco teníamos las ganas para hacerlo. Luego de meditarlo profundamente llegamos a la conclusión de que necesariamente debíamos falsificar aquel timbre. El plan era el siguiente. Debíamos conseguir un cuaderno que tuviese aquella preciada marca, llevarla donde un experto y obtener la copia. Al obtener el timbre falsificado, no deberíamos esforzarnos semana a semana por resolver los fastidiosos ejercicios, teníamos la posibilidad de esperar hasta cada fin de trimestre y conseguirnos ya todos los ejercicios resueltos, copiarlos en nuestro cuaderno para luego proceder a timbrarlos. Frente a esto, sonaría lógico hacerse las siguientes preguntas ¿por qué no solamente conseguir los ejercicios resueltos, copiarlos semana a semana y luego presentarlos al profesor y obtener un timbre verdadero, por que tener que esperar hasta fin del trimestre para realizar la falsificación? La respuesta es muy sencilla, nadie en nuestro curso era lo suficientemente aplicado como para llegar con los ejercicios resueltos desde su hogar y luego contar con el tiempo suficiente para entregar noblemente al curso su esfuerzo intelectual. Las guias siempre eran terminadas muy poco tiempo antes que comenzara la clase y por lo mismo nos veíamos imposibilitados de poder realizar la copia. Además, el esfuerzo que ponían nuestros compañeros por resolver los problemas los convertían en seres llenos de mezquindad, no estaban dispuestos a compartir sus logros con el resto del curso, ellos nos calificaban como holgazanes y despreocupados de nuestros deberes académicos –lo que era una gran verdad-.

Para conseguir el timbre debíamos reunir una pequeña suma de dinero. Para nuestro grupo nunca el dinero fue lo importante, estabamos dispuestos a realizar cualquier estupidez con tal de acceder al timbre. Cuando finalmente lo tuvimos en nuestras manos –luego de una larga semana de espera- nos sentíamos realmente bien, no solo por el hecho de que gracias a él nuestro plan avanzaba substantivamente, sino que también, por el hecho de estar incurriendo en una falta. Una falta, que dentro de cualquier comunidad educativa es considerada gravisima, y que no solamente en el terreno educacional sino que por la sociedad en su conjunto. Para nosotros incurrir en la falsificación era algo digno de alabar, realmente nos sentíamos bien.

El frío mes de agosto fue testigo fiel de los sucesos de falsificación en que incurrimos, habíamos logrado superar las pruebas y trabajos –todo gracias a nuestra guerra sucia-, pero aun quedaba una última batalla, se acercaba la finalización del trimestre, y por ende, la revisión de los timbres. El sacar a escondidas un cuaderno, para luego fotocopiarlo y de esta manera acceder a la información que se requería –los resultados de los ejercicios- a esa altura ya era un dato mas a nuestra fraudulenta causa. Una vez copiados los ejercicios, decidimos en pro de nuestra seguridad y de la operación, no poner la máxima cantidad de timbres, solo nos bastaban con cinco o seis. No queríamos levantar sospecha alguna de nuestra conspiración.

Cuando el profesor comenzó la revisión estabamos realmente nerviosos, después de todo, durante todo el trimestre no habíamos presentado tarea alguna, y además, al color de la tinta que utilizamos en nuestros timbres era un tanto más oscura que la original –la paranoia nos corrompía-. Cuando el primero de nosotros presentó su cuaderno y el profesor lo calificó con un seis, todos volvimos a respirar. Todo salió según el plan, la falsificación había sido todo un éxito.

Aún nos quedaba por ejecutar la segunda parte de nuestro plan, el último trimestre de aquel año fue realmente caótico, dentro de nuestro curso creció considerablemente el espíritu de compañerismo, teníamos un fin en común, todos debíamos aprobar, no se permitirían bajas, ¡Vamos que se puede! Era la consigna oficial. Esto nos llevó a tomar nuevas decisiones, nos dimos cuenta que no solo nuestro reducido círculo necesitaba de la ayuda de aquel falso timbre, eran muchos los que pasaban por una situación igualmente critica a la nuestra. Hasta ese entonces la compartimentación de la información era un principio inquebrantable para nuestro grupo, pero la situación nos llevó a ser publica nuestra adquisición. Comenzamos a repartir timbres como nunca lo habíamos hecho, incluso nuestra obra benéfica llegó a otras latitudes, hordas de jóvenes ajenos a nuestro curso se vieron beneficiados con aquel bendito retoño de la falsificación y la mentira.

Nuestro objetivo fue cumplido cabalmente, logramos aprobar el ramo, aunque no con grandes calificaciones, pero aquello no importaba, nunca pretendimos ser los alumnos estrellas del curso, nada de eso. Solo buscamos salvar nuestro pellejo, uniendo un poco de mentiras y acción.

Por Winston Smith

La esperanza de los tontos

Estaba esta joven mortal cursando tercero medio cuando, cierto día, le toco una prueba para Lenguaje y Comunicación, acerca de “Cien años de soledad” de Gabriel García Marqués.. La prueba consistía, básicamente, en relatar el texto de manera argumentativa.

Ahora bien, el libro en cuestión conquisto a las diez personas que lo habíamos leído, hasta la saciedad. No obstante, he de decir que mi curso era de aproximadamente cuarenta y cinco almas, por ende, había treinta y cinco compañeros que no tenían ni la más ligera sospecha de quien diantres era el Capitán Aureliano Buendía…El asunto es que una cosa llevo a la otra y , si mal no recuerdo, antes de que pasara media hora habían aproximadamente seis resúmenes, escritos por mi, volando, literalmente, por la sala.

Hasta ese entonces no hubo mayores problemas, todo parecía marchar sobre ruedas-para mis compañeros en todo caso- cuando, desgraciada y accidentalmente, un avión de papel cayó en medio del libro que el profesor estaba leyendo en eses momento. Lo que ocurrió desde ahí es fácil suponer, lo abrió, y descubrió de lo que se trataba. Asimismo explico las sonrisas veladas y las miradas apenas perceptibles a su perspicaz visión.

Él amenazó con suspender al autor de aquel “torpedo” y, como es natural, sentí que estaba a segundos de que las penas del infierno cayeran sobre mi; puesto que, por desgracia, mi letra era sumamente reconocible. Sin embargo, mantuve la esperanza de que, al menos, mis compañeros me apoyarían, mal que mal, me metí en eses brete por intentar ayudarlos pero, cual no seria mi sorpresa al sentir que un compañero se puso de pie y me señalo, diciendo que ese era solo uno de los tantos que yo-infame autora material e intelectual- había puesto a circular por la sala de clases. No termino de hablar y, lentamente, uno por uno, cada uno de mis restantes compañeros se puso de pie achacándose a si mismo la responsabilidad del “torpedo” (los otros desaparecieron por arte de magia). Esto, a pesar de que todos sabían de que era prácticamente imposible que el profesor, a esas alturas del año, no supiese identificar sin mayor dificultad a quien pertenecía la letra.

Al final, me salve de la suspensión…mal que mal pudo ser cualquiera- versión oficial del profesor-. No obstante, el profesor encontró bastante bueno el resumen. Cabe decir que esto fue lo único realmente positivo de aquella difícil situación, aparte de la lealtad que me mostraron mis compañeros. Que, a pesar de linda, fue inútil, porque él decidió interrogarnos uno por uno en castigo por no leer los textos que el nos envió y, en mi caso, por exponerme y arriesgarme a que otros me pusieran como escalafón para llegar a puerto más seguro. En otras palabras, para que no siguiera creyendo en la esperanza de los tontos.

Humillación y desentendimiento

Era una tarde de primavera, en un curso de primero medio, y nos encontrábamos en una clase de educación física, para comenzar el rutinario de siempre: cambiarse de ropa en el camarín, (la cual nos acortaba el recreo, ya que al profesor le gustaba que apenas sonara el timbre estuviéramos cambiados) para luego trotar alrededor del gimnasio; sin embargo esa vez ocurrió algo distinto, y que era que el profesor no quería hacer clase, y solo nos dedicamos a jugar. Es aquí a donde a mis compañeros de curso, se les ocurrió una idea, la cual era tomarle la chaqueta del colegio de un compañero de iniciales F. D. F. Sin pensarlo otro compañero de iniciales M. C. le saca la chaqueta del colgador del camarín y la empieza a pisar, luego de esto los demás empiezan a caer en el juego, volviéndola a pisar. Después de esto, algunos la escupen, y terminan llevándola al baño, ahí toman la chaqueta y limpian los inodoros con esta, luego uno la lleva al urinario y empieza a orinar sobre ella, no bastándole esto la llevan de vuelta al gimnasio en donde el profesor se entera de lo que estaban asiendo, pero este les dice que aprovechando que la chaqueta esta húmeda podrían trapear el piso del gimnasio, lo cual ellos no dudaron en hacerlo, y pasaron la chaqueta por un cuarto de este. Sin quedar satisfechos, y mientras el profesor se reía del hecho, mi compañero M. C. sube la trepa y la deja arriba de esta; pero al profesor eso no le pareció bien y dio la idea que subieran por una escalera de fierro que había, y llegando al techo del gimnasio la colgaran ahí; y dicho y hecho, y así fue.

A todo esto, el tiempo en que duro la broma fue de unos 30 minutos, en los cuales el afectado, se encontraba hablando con un profesor, porque tenia problemas con una nota; al regresar al gimnasio no encontró nada raro pero si después de la clase, o sea al salir del camarín que su chaqueta no estaba, de ahí el profesor lo llama y le indica donde esta, mi compañero se enfada y le pide que haga algo, el profesor le contesta que si, y que va hablar con los alumnos; de ahí mi compañero sube la escalera rescatando su chaqueta y dejándola en la bolsa donde traía su toalla, claro esta que esto en medio de burlas, que emitían sus compañeros, y otros alumnos que estaban en el gimnasio, en donde el profesor no hizo nada para parar las burlas

Luego de unos días, el profesor no dice nada, y mi compañero tampoco, a excepción que su apoderado, su madre, fue a reclamarle al rector (ya que este es un colegio católico) el cual dice que como no aparecen los responsables y por esto no puede hacer nada. Quedando esta historia sin ninguna solución.

jueves, 24 de abril de 2008

Humillada por la profesora

Si bien el colegio, los profesores, las vivencias y experiencias que adquirimos en este lugar, constituye un periodo importante de nuestra vida, debemos reconocer que en innumerables ocasiones sucedieron hechos que no se deberían presentar en un establecimiento educacional.
De lo anteriormente mencionado, procederé a contar una situación que para muchos puede ser irrelevante, pero que en la protagonista provocó una modificación en su actuar. 
Esto sucedió en un colegio ubicado en  Nuñoa. Si bien era un establecimiento que se jactaba de tener muy buenos profesionales, claramente algunos de ellos desconocían el clásico dicho cristiano: Ama a tú prójimo como a ti mismo, o simplemente no tenían mucho respeto por sus alumnos. Cursaba tercero medio, cuando sucedió un hecho que se prestó para humillar a una persona, situación que muchos despreciamos, pero que se quedó sólo en eso, desprecio!, ya que nada más se hizo. Recuerdo que tenía una profesora de matemáticas de aproximadamente cuarenta años. Sus técnicas pedagógicas realmente dejaban mucho que desear, en sus clases no había lugar para las preguntas o para aclarar las dudas, pero esto ahora poca relevancia tiene. Como en todo curso, nunca faltan los típicos prototipos que a todos nos hacen diferentes y obviamente define nuestra posición ante el curso. Me refiero, específicamente, a los populares, los
mateos, a los raros, a los gordos, etc. Pero esta historia se trata del último prototipo que mencione.
Tenía una compañera, que a primera vista se apreciaba que se encontraba sobre el peso normal, pero que obesa mórbida no era.
Ella con frecuencia ingería algún tipo de alimento en clases, por lo que varías veces le llamaron la atención.  Recuerdo que nos quedaba la última clase para salir, la cual la realizaba la profesora de matemáticas, que antes mencioné. Ella ingresando a la sala se percató que la compañera estaba comiendo, pero ha esta mujer no le bastó con llamarle la atención, sino que claramente la humilló, diciéndole: que si fuera ella dejaba de comer y se ponía a dieta, ya que no lograba distinguir si al frente tenía una vaca o una persona.  
Estas palabras tan crueles de la profesora, tuvieron gran repercusión en ella, a tal punto que nuestra compañera llegó a formar parte de las adolescentes que sufren bulimia.
Si bien, todos fuimos testigos de este acto de humillación que nuestra compañera fue víctima, ninguno de nosotros dijo o hizo
algo. Desde luego, sus padres manifestaron su molestia ante el director y ante la profesora misma, adjudicándole la absoluta
responsabilidad de que su hija padeciera una enfermedad.
Enfermedad que nació de la humillación, de la falta de criterio y poco razonamiento de ésta mujer. ¿Cómo no pensar que dichas palabras podrían calar tan hondo en una adolescente?. Adolescente que siendo físicamente como era, o sea gordita, lo que más deseaba era ser aceptada. 
 Claramente, esta profesora no midió sus dichos, los cuales trajeron una serie de consecuencias negativas, pero aún así, ella siguió realizando clases.
 
Yuyina.

En busca de una firma...

Todo sucedió en el colegio, cuando me encontraba cursando Tercero Básico...

Como era habitual llegué al colegio un día martes para comenzar un nuevo día de clases, con mucho entusiasmo entré a la sala, y después de saludarnos, la profesora comenzó a repartir las pruebas, y como las notas no estuvieron muy buenas, dijo que la próxima clase todas debían venir con la prueba firmada por el apoderado. Como yo tenía tanto susto de mostrarles a mis papás el rojo que me había sacado falsifiqué una firma y me quedé tranquila.

A la otra clase la profesora llamó por lista para revisar la pruebas firmadas, hasta que llegó a mi, la profesora se dio cuenta que la firma era media extraña y me preguntó de quien era, yo le dije que era de mi papá, no me creyó mucho entonces me volvió a preguntar y le dije que era de mi mamá, como también revisó el libro de clases, y corroboró que la firma no era de ninguno de los dos, entonces se dio cuenta que estaba mintiendo, por tercera me pregunto y yo casi metí a toda mi familia. La profesora al decirme que había mentido fue a llamar a mis papás para contarles lo que había pasado.

Llegaron mis papás y me dijeron que no debería haber hecho eso, y así aprendí que mentir no era bueno, ya que al fin de cuentas siempre iba a salir pillada.

LA IMPOSTORA

Clases de Inglés: más que una simple dificultad

En enseñanza media a algunas de mis compañeras y a mi no nos gustaba la profesora de Inglés, ya que la forma de enseñarnos no muy lúdica por lo que como resultado acarreaba que se transformara todo en forma aburrida, realmente tediosa, ella siempre pasaba lo mismo, los contenidos no variaban de una clase a otra, así que en un momento pensamos revelarnos frente a su forma de educar y decidimos no entrar a clase e irnos a la biblioteca para estudiar Historia, porque en esa materia estábamos haciendo unas competencias de cultura general y para nosotras era más importante eso que la clase, además lo de Historia era con nota, así que la motivación era mayor.

Cuando la profesora de Inglés se dio cuenta de lo que estábamos haciendo, le llamó la atención a un grupo de compañeras, y las demás cuando lo supimos más nos molestó. A la clase siguiente no dejamos que la profesora entrara a la sala de clases, le pusimos seguro a la puerta y todas nos fuimos al fondo de la sala, bajamos las persianas y apagamos todas las luces, con el fin de que la profesora pensara que en la sala no había nadie.

La profesora al encontrarse que ninguna de nosotras le habría la puerta bajó a buscar a la inspectora dando aviso de lo que estábamos haciendo, nosotras al darnos cuenta de que había ido a acusarnos, volvimos rápidamente a nuestros puestos, ordenamos la sala y nos sentamos a esperar que la profesora llegara. Al llegar la inspectora con la profesora les explicamos que todo lo que habíamos hecho era para protestar por el tipo de clase que ella como profesora nos hacia, ya que siempre era lo mismo que nos entregaba en contenidos y además era demasiado aburrida al impartir sus clases, por lo que no aumentaba nuestro agrado por aprender Inglés.

Al año siguiente la profesora ya no estaba, y por malla nosotras ya no teníamos Inglés, por lo que se nos quito un gran peso de encima, ya que no queríamos continuar con esa forma de enseñar, menos algo que ya de por si solo cuesta.

La Jose

Lecciones para llegar a la hora

El tema es el siguiente, nunca me he caracterizado por ser una persona de bien en el sentido de puntualidad, el caso es que en mi época escolar tuve serios problemas para llegar a la hora, el punto es que entraba a clases a las 8:30 pero por alguna extraña razón siempre llegaba a las 8:40 o en su defecto a las 9:00.

Un factor importante era que vivía una cuadra de mi establecimiento educacional, por tanto me confiaba en el horario. Al final salía todos los días corriendo de mi casa, para llegar a la portería y rogarle al inspector que me dejara entrar (por suerte este me tenia estima). Pero en tercero y cuarto medio evolucione ya que veía el reloj, justamente cuando estaba saliendo de mi casa y para variar ya estaba atrasada, por lo que decidía devolverme a mi casa o muchas veces me iba a la casa de mi mejor amigo que muchas veces estaba en mi misma situación; al final terminábamos tomando desayuno viendo el buenos días a todos… bueno a pasar de todo llego el tiempo de graduarnos

Y para condenarnos nuestros compañeros nos regalaron relojes despertadores; y para mas remate en el anuario de nuestro curso nos pusieron de regalo util

Un despertador.

Braulia

martes, 22 de abril de 2008

Mi colegio era católicamente estricto

Eran días normales los que corrían sin destino, eran aquellos en que no se hace nada donde el único lema valido era “vamos a pasarlo bien ahora”. Mi colegio era católicamente estricto, un colegio mixto de curas, donde todo se hacia grave a aquellos ojos acusadores que te vigilaban como diciendo “¡cuidado con pecar, te estoy mirando!”, todo era como se sabe aparentemente calmo y creían erróneamente que su trabajo bien hacían, mas en muchas cosas se equivocaban pues de tanto inculcar lo sagrado con fanatismo exacerbado, diría que todo se había vuelto más que menos laico.

Tan extraño era aquel aparente ambiente de religiosidad barata, que no podían ser más canallas, los escuchabas a cada momento con su sermón molesto tratando de siempre criticarnos pero bastaba que los miraras detenidamente un poco y pronto darse cuenta uno podía de que lo que decían (aunque tal vez lo sentían) no lo practicaban. Ni pizca de ayuno y buenas obras, aunque tal vez con nosotros ya por pagados se daban, pero rabia completa daba, que intensasen que nosotros hiciéramos mucho sin hacer ellos nada.

Un día cualquiera un cura en una misa me obligo salir adelante para hacer cualquier petición de perdón y yo le dije que no quería, a lo que sus ojos endemoniados me presionaron para que me levantase. Yo resignado lo hice pero en el pulpito de desquite honestamente diciendo-¡en este momento no pido perdón por nada, pues no me arrepiento de nada hecho!-, luego me senté y él dio un sermón sobre el orgullo que iba dirigido a mi, aunque parece que le hubiese convenido más escucharlo a él.

Ya comente que estos religiosos tenían un fanatismo exacerbado, ya que basado creo en antiguas costumbres imponían casi como una obligación el ser buen cristiano, pero ese “buen cristiano” no tenía las mismas cualidades que el de un hombre bueno, justo o noble, sino que no era nada si no sabia los últimos hit de las oraciones de temporada y si no entraba a una capilla y se daba con una piedra en el pecho antes de comenzar cada día. Este era mi cole, el donde los curas tenían autos deportivos, donde te retaban si no rezabas o no entrabas a misa, donde después de una reunión tus padres te veían como un demonio, donde no escondían sus gustos por la buena mesa, donde se jactaban de pequeñas obritas, y otras muchas más cosas de las que ahora no quisiera acordarme.

Unos niños sacrílegos

Durante el curso de tercer año medio, mi historia ocurre específicamente en el ramo de Religión, que dicho sea de paso, era considerado un ramo igual de importante que el resto, pero que no afectaba en este caso en el promedio anual.

Esta materia era dirigida por el cura del liceo, siendo la hora propicia para el desorden a nivel general, hostigamiento más que exagerado para ciertos compañeros poco apreciados, y en su conjunto, los clásicos papeles arrugados y sus variantes, quemados y mojados, además de cáscaras de naranjas e incluso cambio de notas en el libro de clases (a lo que llamábamos “picotear el libro”). Esto era así ya que el padre aunque tomaba sus medidas en contra de estas acciones, estas no distaba en anotaciones poco graves, que a la larga no nos afectaban en lo absoluto ni menos de sentir pizca alguna de arrepentimiento. Esto siempre fue así y con mayor intensidad continuando el resto del año.

De alguna forma esto tenía que terminar, de la forma que fuese. Tal ocasión llego un día en el padre se decidió a preguntarnos el porque de esta reacción tan hostil y extrema (ya que difícilmente se ve en una clase de matemáticas). Nuestro único y más sólido argumento en nuestra defensa fue que la materia hasta ese entonces pasada era poco útil, aburrida y que más encima era una suerte de continuación a las ya interminable horas de cátedras de filosofía dictadas por nuestra profesora y recopiladas estas en hojas y hojas de nuestros cuadernos. Ante esto se decidió con el padre cambiar los contenidos en forma total para el segundo semestre, con la única condición de mejorar como curso nuestro paupérrimo comportamiento. Tal condición, a lo más, duró al pie de la letra solo un día.

Viendo tales hechos, a la mayoría se nos paso por la cabeza de que tenía que ocurrir algo grave para que esto terminase. Para desgracia de todos, ese día no demoró mucho en llegar.

Ocurrió luego, como de costumbre, al comenzar la clase de Religión. Anterior a esta clase tuvimos Ed. Física, por lo que a un grupo grande de compañeros se les ocurre de llenar un banco con papeles, mientras que otros distraían al padre, conversándole y el resto del curso dedicándose a los juegos ya comunes a esas alturas. Ya con el banco cargado de papel se concluyo con rociar por completo un desodorante a los papeles y consumar el acto transformando el encendedor de alguno de mis compañeros como detonador. El espectáculo era evidente, con el banco quemándose y el alboroto obviamente producido (entre risas nerviosas y miedo a las evidentes consecuencias) ni siquiera se atinó a usar el extintor que se encontraba a la entrada de nuestra sala, solo con agua, cuadernos y hasta la ropa de gimnasia.

Cuento corto. La mitad del lado que estaba mas cerca al banco suspendido por cerca de una semana (ya ni me acuerdo) y el resto, en el que me incluyo, anotados gravemente en la hoja de vida y con citación de apoderados, aunque no se lo conté a mis viejos. De alguna manera lo encontré inicialmente injusto, pero era lo mínimo y lo más merecido, ya que a la larga nadie asumió la culpa, teníamos el infierno mismo en esas clases y nadie quiso pagar el banco.

Timón

El profe viejito demasiado buena onda

En segundo medio tenía un profesor de matemáticas el cual yo diría era el mejor profe que había tenido, ya que éste era muy simpático, era agradable, chistoso, no era para nada estricto, nos dejaba salir de la sala, nos felicitaba, nunca nos retaba o ponía malas notas, incluso cantaba en la sala de clases, pero lo mejor de todo es que su forma de evaluar no era tan estricta porque con facilidad uno se sacaba un siete, quizás era así porque sabia que las matemáticas no era nuestra materia favorita, generalmente evaluaba con revisión al cuaderno como cada dos semanas o algo así, pero esta revisión del cuaderno tampoco era muy estricta, o sea, evaluaba que copiáramos en el cuaderno lo que él escribía en la pizarra, y por tenerlo todo nos ponía un siete directo al libro, lo cual consideraba yo que era fantástico, cuando hacía pruebas que no eran muy seguidas, las hacíamos con él, o más bien yo me sentaba a su lado, que por el contrario en las otras materias a la hora de la prueba me sentaba lo más lejos posible del profesor, pero éste profe no era como los otros, era especial me ayudaba en las pruebas, me corregía si tenia algo mal, yo estaba tan contenta porque matemáticas es la materia que para mi gusto es complicaba por lo que no entiendo ni una, por lo tanto era en la que más mal me iba y este gran profe me dio la oportunidad de subir mi promedio.

la verdad es que reconozco que me aproveche un poco de la situación había veces que le pedía al profe que me evaluara el cuaderno con nota al libro y él lo hacía claro que perjudicaba a muchas de mis compañeras porque ellas se aprovechaban de la situación, tomando esta materia como parte del recreo, así que o se dejaron llevar por el profe buena onda o no supieron aprovechar esta magnifica oportunidad.

pero bueno a pesar de lo bien que me sentía por tener puros sietes en matemática yo sabía lo mal que estaba haciendo, porque este año reafirme mi nulidad frente a las matemáticas o sea no aprendí nada más aparte de lo casi nada que sé, aunque sí me ayudo en el puntaje del nem para la psu me perjudico ante el valiosísimo puntaje de matemáticas.


Matu

El fin justifica los medios

Mientras cursaba 3º medio, me ví sometida a la dura situación de rendir una complicada prueba de Contabilidad, para la cual no había alcanzado a estudiar lo suficiente, debido a que en otros ramo teníamos que entregar una serie de trabajos, los cuales requerían de mucho tiempo. Como consecuencia de ello y para que no me fuera mal en la prueba, me ví en la obligación de recurrir al instrumento más utilizado (o por lo menos el más conocido) en estos casos: el famoso y siempre bienvenido “torpedo”. La magnitud que tenía éste era semejante a la de un testamento, ya que la materia era bastante y de él no sólo dependía yo, sino que también otras compañeras.

Durante el transcurso de la prueba puse al susodicho debajo del estuche para que el profesor no se diera cuenta de lo que tenía, pero con el alboroto de mis compañeras para que las ayudara, tuve el presentimiento de que el profesor sospechara algo y nos descubriera, desafortunadamente así ocurrió. Se paro de su asiento, se dirigió hacia mí puesto y me registró el estuche con el fin de encontrar algo, pero para suerte mía (ya que era yo quien tenía el torpedo) lo alcance a esconder antes de que el profesor se me acercara. Tras el susto y haciéndome la victima, él se devolvió a su puesto sin decirme nada, y yo pude terminar mi prueba tranquila o más bien dicho, terminar de copiar tranquila.

El resultado de las pruebas (mía y las de mis compañeras) fue muy bueno y todo gracias a la ayuda del torpedo, el cual impidió que tuviera un rojo y que bajara mis notas. Esto me hizo sentir bien, ya que me quitaba un gran peso de encima, al saber que mí promedio no sufriría ninguna modificación. Es por ello y tal como dice el título de esta pequeña historia: “el fin justifica los medios”.

Arenita.

Los dulces que la profe pidió pa’ poder cambiar la fecha

Corría un día cualquiera en el Colegio, faltaba la mitad del año para que por fin y definitivamente se acabaran las clases de cuarto medio; en ese minuto estábamos en una clase de lenguaje en la cual se nos presentaba el discurso expositivo la tarea final de la clase sería presentar un discurso cualquiera con una duración mínima de cinco minutos delante de nuestros compañeros.

Para eso la clase sería divida en dos grupos de veinte personas; el primero de estos debía tener listo el trabajo para la semana siguiente y el resto para la subsiguiente.

Dentro del primer grupo estaban mis únicas cuatro amigas durante los últimos cuatro años y yo, la verdad es que el plazo dado no nos molestaba encontramos que era suficiente para entregar un buen trabajo, pero al parecer al resto de nuestros compañeros no les pareció y se lo hicieron saber a la profesora.

Para no hacer mayores problemas la profesora acepto cambiar la fecha siempre y cuando al día siguiente cada uno de nosotros llegara con cinco dulces, lo cual no lo entendí ni me pareció. Lo que en una primera instancia yo entendí fue que si uno llegaba con los dulces se le cambiaba la fecha.

Al llegar a mi casa ese día después de clases se me olvido por completo y no seria hasta la mañana siguiente que me lo hicieron recordar; llego una compañera a mi lado y me pregunto:

Compañera: ¿Trajiste los dulces?

Yo: ¿Qué dulces?

Compañera: Los dulces que la profe pidió pa’ poder cambiar la fecha

Yo: No…no lo traje

En ese momento en un silencio absoluto en la sala y todos mis compañeros me escucharon.

Compañera: ¿pero los vay a traer?

Yo: no, no los voy a traer.

En ese momento algo paso que “ardió Troya”.

Al salir a recreo fui a buscar a la profesora para poder explicarle lo que había pasado para que no perjudicara a al resto de mis compañeros. Cuando por fin al encontré, llego muy alterada al lado de nosotras (mi grupo de amigas), nunca supe porque empezó a gritarnos en medio del patio y delante de la sala de profesores.

Yo: profe podemos hablar con usted

Profesora: no yo no quiero hablar (siempre ella gritando)

Yo: pero no me hable en ese tono.

Profesora: y como Querí que te hable si son poco solidarias con el curso, que no les interesa poder ser amables… que les costaba cinco dulces para que too quedaran contentos.

Yo: haber profe, escuche no se que le habrán dicho, pero yo lo que entendí fue que si uno traía los dulces usted le cambiaba la fecha y como a mi no me interesaba cambiarla.

Profesora: nopo es que no era así y ahora por culpa de ustedes dejaron pagando a too el curso.

Yo: Sabe que más, si hubiese entendió como era la cuestión tampoco le traigo los dulces, porque usted sabe que aunque les de mil año de plazo igual lo hacen el ultimo día y van a entregar algo mediocre, en cambio usted sabe que si a nosotras nos pide el trabajo para mañana se lo voy a tener y me voy a sacar un siete.

Profesora: a ti vaya comparar con los peores del curso; ¡de veras que a ti nunca te he dado una oportunidad!

Yo: si lo ha hecho miles de veces pero yo me las he ganado, a diferencia de estos que se dejan comprar por cinco dulces, y jamás me podría comparar con el resto.

Profesora: pero igual son pocos solidarias, personas sin valores, quizás que educación les dan en sus casas (y una pila de tonteras que jamás hubiese esperado de un profesor).

Yo: sabe lo que pasa es que yo no voy a avalar flojeras, nada de lo que usted acaba de decir es sierto, en ese caso usted es antipedagógica.

Profesora: ¡ANTOPEDAGOGIA!... ¿y tú me vai a enseñar a ser profe?

Yo: no probablemente no

Ya a esa altura no era una simple conversación y ambas gritábamos como si estuviéramos en un campeonato.

Profesora: Me bajas el tono porque soy mucho mayor que tu y merezco respeto

Yo: no voy a bajar el tono si usted me sigue gritando, por lo demás el respeto se gana.

Profesora: ya no quiero seguir con esta conversación, esto queda hasta aquí y espero que nadie se entere.

Cada una partió por su lado pero bastaron solo diez minuto para que todos lo profesores supieran, en eso llega mi profesora jefe a mi la do preguntarme que es lo que había pasado con profesora, le conté porque la verdad es que yo no tenia mucho que perder.

Todo eso paso durante el primer recreo, luego de eso al entrar a clases llego ella a la sala haciendo la victima, su discurso fue tan conmovedor que hasta a mi me hizo dudar de mi postura; dijo algo como que ya no podría cambiar la fecha por cinco compañeras que no tienen valores y sentido del trabajo en conjunto. Que ella se la iba a arreglar para devolver a cada uno lo que habían traído, después de casi veinte minutos de largo “llanto” por fin llego a lo único que yo quería escuchar desde que comenzó todo el show;

Profesora: voy a cambiar a todos la fecha menos a estas cinco alumnas que lo deberán presentar la próxima semana.

Durante una semana me quedaba hasta las siete de la tarde en el colegio trabajando con una profesora que era amiga de uno, porque era obvio que si no presentaba el gran trabajo la profesora no lo iba a pensar y me iba a poner el uno….lo que puede hacer la presión psicológica de los que tienen mas poder; y a pesar de todo igual me saque un siete.

Cosas que pasan

Esta es una de esas historias tristes, que se viven durante el proceso escolar, tenía alrededor de 14 años y cursaba 1º año de enseñanza media, desde octavo básico estaba en la dirigencia estudiantil de mi liceo…

Ese año fue intenso, las elecciones de centro de estudiantes habían sido un fiasco, se había posicionado un grupo de incompetentes que sólo se dedicaba a verse bien frente a todo el mundo, con esto me refiero a estar bien con Dios y con el Diablo, frente a esta horrible situación con unos amigos nos decidimos a que podríamos cambiar la realidad del liceo, y formamos un grupo llamado M.I.C.A (movimiento independiente al centro de alumnos) lo que comenzó como una causa noble y oportuna para trabajar dentro y fuera del liceo, se transformo en toda una filosofía de vida, en una hermandad inseparable… Y en una tras otra calamidad.

Como venía diciendo este grupo, se conformaba de siete hombres y yo, estábamos profundamente convencidos de que podíamos cambiar la realidad del liceo, otros un poco más altruistas pensábamos en reformar el sistema educacional Chileno; esto fue en el año 2002, cuando aún la L.O.C.E no era tema de conversación en el común de los estudiantes, era un tema que se discutía a nivel de dirigentes, en fin después de una asamblea decidimos que era pertinente usar nuestra última medida de presión, tomarnos el liceo, ya que nuestros directivos malversaban fondos y los sostenedores del liceo no hacían nada para que esto no sucediera. Yo robe las llaves de inspectoria general, ese día y durante 4 días y 3 noches resistimos en las inmediaciones del liceo… comenzamos alrededor de 150 al terminar la negociación con los sostenedores del liceo sólo quedábamos 76 dentro de éste. Un mes después la nueva dirección del liceo planeaba como hacer efectiva nuestra condicionalidad dentro del establecimiento, para poder expulsarnos de ahí. Nuestra estadía en el liceo peligraba de maneras insospechada para los cabecillas de la “cagaita”… según nos dijo una de las profesoras más “tela” del liceo, que fue la única que nos apoyo hasta el final, nos querían puro echar, nos habían catalogados como lumpen (termino que pesábamos extinto en este país desde la caída de la dictadura), ahora éramos “peligrosos”, no sobrepasábamos los 16 años pero éramos considerados “peligrosos”… cosa que a oído de nuestros padres era nada menos que chistoso.

Habían pasado casi 3 semanas desde que había vuelto “la normalidad” al liceo, y los 2º y 3º medios andaban en el ya tradicional paseo de fines de octubre para recorrer la V región, como yo iba en 1º medio estaba en el liceo, y este se encontraba pelado, lo cual era una lata porque todo la gente con la cual yo hueviaba en los recreos no estaban… faltaba poco para la hora de salida, había sido uno de esos días muertos, largos, calurosos y muy FOMES, en eso llegaron a sacarme de la sala uno de los inspectores, me necesitaban e el 3º piso para “conversar”, desde que habían cambiado a la dirección del liceo, nos interrogaban al menos una vez por semana , confiada en que sería uno más de los interrogatorios inacabados y estupidos de la nueva dirección subí… sin embargo me equivoqué medio a medio, estaba la dirección del liceo en pleno los sostenedores, entre 5 y 6 presidentes de curso que me odiaban y unos 54 profesores de que en verdad les molestaba el hecho de que yo existiese.

Ese día me gritaron y me humillaron, me faltaron el respeto de maneras inesperadas, jugaron de tal manera con las palabras que sentí morir, fue tanto el nivel de angustia, me sentía desesperadamente SOLA, me sentía infinitamente desvalida, y solo respondía mecánicamente las preguntas que me hacían sin parar (pensando que en desesperación o angustia cambiaria mis respuestas, para salir del paso) respondía una y otra vez: no diré nada hasta que estemos los siete…, una y otra vez, incansablemente, no diré nada hasta que estemos los siete. Y sin botar ninguna lágrima… sin hacer el más mínimo ademán de que me habían partido en dos y me habían llenado de rocas… seguí, salí de la sala, busque mis cosas en mi locker… y la soledad se hizo amarga y se apoderó de mi, mis compañeros ya se había ido, no quedaban más de tres personas en la sala y una de ellas al verme desmoronarme, me abrazo – una de esas compañeras con las que uno jamás habla por que en verdad cree que no tienen nada que decir- preguntando la tópica... Que pasa ¿? Yo solo sentía vació, silencio y una soledad que me consumía desde ahí., nada importaba, desde ese día la soledad no me abandona aún sigue seca y amarga, nunca he dejado de ser dirigente estudiantil y aún creo que podemos cambiar las cosas dentro del sistema educacional Chileno, pero ahora después de 6 años, agradezco profundamente esa experiencia, me enseño que la soledad esta pegada a esta labor, pero hay que sacarle provecho, me brindo el temple necesario para mantenerme vigente y activa durante todo mi proceso escolar.

Y al final me di cuenta que estas… como otras tantas son cosas que pasan.

Constanza.

Lo bueno nunca es para siempre

Cuando uno esta en el colegio jamás importa nada, especialmente cuando estás en cuarto medio, lo único que realmente interesa es hacer muchas irresponsabilidades ya que será la última oportunidad que tengas para comportarte como un niño.

Yo no hacía travesuras, a mi eso no me divertía, pero si se me daba la oportunidad sacaba provecho de las oportunidades que se me daban, aunque no fueran permitidas por el sistema.

Pasaba que en el último año, uno esta cansado de ir al colegio, odiaba ponerme uniforme y levantarme temprano. Con tan poca estimulación para ir al colegio llegaba tarde todos los días. El problema es que los atrasos quedaban registrados en el libro de clases al momento de pedir el pase para poder entrar a la sala y si se juntaba un número determinado te suspendían por un par de días y llamaban a tu apoderado. Cosa que por supuesto encontraba exagerada. Resulta que un día, me di cuenta que una compañera tenía muchos de estos pases y que ella era experta falsificando firma y letra de los inspectores y como no pedía nada a cambio le pedí que me diera unos pocos. Todos mis compañeros estaban haciendo uso de estos pases, los traían hechos de sus casas, así que podían pasar derecho a la sala. Como vi que a ellos no les traía problemas pensé que a mi tampoco. Y como me di cuenta que con esto no le hacía daño a nadie, además no tenía nada de malo quedarse un ratito más en la cama. Así que sin pensarlo empecé a hacer uso de estos durante un tiempo sin ser descubierta.

Pero como es de esperar, lo bueno nunca es para siempre. Y como todo el curso lo venía practicando descaradamente desde algunos meses, un día las autoridades se dieron cuenta. Lo malo fue que justo fueron a verificar los atrasos el día en que solamente yo hice mal uso de ellos. Así que yo fui el que quede estigmatizado como corrupto.

La verdad es que jamás lo pensé profundamente, era algo tan superficial que no merecía mi atención y menos recordé que yo soy de esas personas que tienen mala suerte, de esas que siempre pilla el profesor haciendo algo malo, cuando lo hace por primera vez mientras que hay unos que lo hacen siempre y jamás los pillan, pero me gusta tanto dormir que jamás considere el factor “suerte”.

No me suspendieron ni nada, ni siquiera llamaron a mi apoderado porque no había tenido jamás problemas de disciplina. Lo que si sufrí fue un largo sermón que me dio el director durante un par de horas explicándome que falsificar firmas era un delito grave y por supuesto como sabía que yo no había robado los pases, me pedía que le dijera quien había sido, pero yo jamás lo hice. Y jamás me convencí de que lo que hacía era malo.

Faster

miércoles, 16 de abril de 2008

EL EXAMEN DE MATÉMATICAS

Luego de múltiples intentos por salvar mi promedio en matemáticas, estaba todo perdido, el resultado era un rojo inminente y mi única alternativa era el examen de fin de semestre. Lo que era bastante poco probable, considerando que en las pruebas anteriores con suerte me sacaba un tres.

Un día una amiga me dijo que su hermana había salido hace dos años del colegio y que ella tenía el examen debido a que el profesor era tan flojo que hacia todos los años la misma prueba.

Así que tuve que ir a la casa de mi compañera y buscar en una caja, entre todos los cuadernos de enseñanza media, el famoso examen, que estaba todo roñoso y medio borroso, pero, que en el momento de desesperación que estaba viviendo valía oro. Nos hicimos unos torpedos gigantes para el día de la prueba, sin embargo, yo tuve la rara ocurrencia de escribirlo con lápiz mina y con todo el nervio desapareció todo lo que estaba escrito. Por esta razón con mi amiga tuvimos que compartir el famoso torpedo, no obstante, lo malo es que nos cambiamos de sala para los exámenes, y ella quedo sentada delante de mí y no sabia como pasarme las respuestas porque el profesor no paraba de observarnos, así transcurrió casi toda la prueba sin poder obtener los resultados, hasta que cinco minutos antes que terminará la hora destinada para la prueba, otra amiga vio mi apuro, distrajo al profesor y me pudieron pasar las respuestas.

Obviamente no me podía sacar un siete pues iba a resultar demasiado evidente, finalmente me saqué un 5.7 y el profesor me felicito frente a todo el curso por mi gran superación y por ser tan esforzada y no pudiendo entender jamás como no me había sacado buenas notas antes.

Orgeón


¿Todas las asignaturas son importantes?

¿Todas las asignaturas son importantes? Al parecer, cuando uno está en plena época de efervescencia juvenil quinceañera, sólo se esmera en no tener rojos en asignaturas tales como Química, Matemáticas, Física, Historia y hasta por ahí no más Lenguaje; pero lo que respecta a ramos del área artística, físicos y de lengua extranjera el dejarse estar está a la orden del día, sólo importa pasarlos, y es más, una vez fuera de esta etapa colegial, uno suele arrepentirse por el NEM obtenido.

Si bien partí con una pregunta el presente escrito, pretendo dejarla abierta al debate, porque lo que me congrega ahora es relatar una de estas situaciones para así poseer ejemplos.

Una vez, en primer año medio, cuando me destacaba en ser uno de los capeadores por excelencia de mi colegio, al pedir salir del aula con la excusa de ir al baño, me pregunta en el patio el rector del colegio qué estaba haciendo allí, ya que debiera estar en clases, y yo le respondí que iba al baño, pero él, con un rostro rojo de rabia (aunque es relativamente rojizo de cara) me dice: ¡por qué entonces te veo jugando a la pelota con otro curso que está en educación física! Al suceder esto, sólo atine o apelé al recurso de la retórica, o mejor dicho “hacerle la pata” al rector, cosa que me costó un poco y creo que lo agravé más al decirle un típico argumento que uno da en estos casos: “ah, no se preocupe tanto rector, si sólo estaba en Artes Visuales, y no es tan importante ese ramo”, por lo que continuadamente el me respondió que todos los ramos son importantes y que no debo “sacar la vuelta”, pero esta situación, que cada vez más presentía que iría de mal en peor, se arregló al apelar a mi buen comportamiento y al uso de un adecuado manejo de dialogo, es decir, continuar con mi pateria para sacarme ese peso de encima. Así no se alteró más la situación y, el rector pudiendo anotarme al libro o llevarme a la sala para que “dialogásemos” juntos con el profesor, me logré zafar de esta situación y poder contarla sin pena ni culpa alguna, es más, como anécdota sin vergüenza, de esas típicas del colegio.

Continuando con esto de ramos importantes y otros no tanto, me referiré ahora al trato de estos profesores de las asignaturas “pasables”, no “importantes” o simplemente llamados “cachos”. El ejemplo clásico en mi colegio era el “Teacher”, que era objeto de omisión, burla y uno que otro que le prestaba atención, sobre todo cuando decía la palabra “prueba”. Todo esto puede haber sido por su apariencia calmada y senil o simplemente por el ramo en cuestión, ya que la sala se convertía en un verdadero patio, lo que no sucedía con los “cara de perro” de matemáticas y sus compañeros “las ciencias”, que medio establecimiento les temía, y los intelectuales barbones pasados a café y a cigarro de las humanidades en mi colegio, todo esto porque existe tanta presión tanto interna como externa sobre cómo a uno le va en estos ramos, que simplemente no sucede lo anteriormente comentado en los ramos, mal llamados, no importantes: y que ahora debo decir, bastante importantes.

Pedro Urdemales

Amistosa inmadurez

En 7º básico, nuestro profe jefe fue cambiado y la dirección tuvo un problema para ponernos a otro, con lo cual pasamos un tiempo sin un profesor que nos orientara. Semanas después llegó uno nuevo, era de Nicaragua, con acentuados rasgos indígenas y una manera de hablar muy propia de su país. Nosotros, que éramos muy inmaduros, y pr sobre todo revoltosos, miramos a nuestro nuevo profesor jefe como una persona que recibía toda clase de burlas de parte nuestra, lo cual hacíamos cada vez que teníamos clase de Castellano o “consejo de curso” con él.

El profe Reinaldo Santa Ana era muy tímido, nunca nos hacía callar, tampoco levantaba la voz y ni le pasaba por la mente evaluar la posibilidad de ponernos una anotación negativa en el libro de clases. Sabiendo las características de personalidad del “Nicaragüense”, cada día eran más las burlas por la manera de hablar y por sus rasgos físicos, pues sabíamos que no iba a tomar ninguna represalia en contra nuestra. Es más, todo lo hacíamos al gusto nuestro cuando sabíamos que teníamos clases con el profe Reinaldo, hasta llegar al punto de crear estrategias para que se molestase mucho más cada día con nuestras constantes burlas.

Cuando las burlas alcanzaban niveles altos de alboroto, como gente que nos veía desde afuera de nuestra sala que saltábamos, nos reíamos y tirábamos toda clase de objetos entre nosotros, he inclusive al profe; era que aparecía por la puerta el director alertado por una de esas personas que nos vio haciendo un cumpleaños de monos en la sala en horas de clases; y en menos de una milésima de segundo todo estaba calmado y tranquilo como si fuésemos aprendices de monjes budistas. Pero claro!... cuando cerraba por fuera la puerta el director, volvía el circo al curso, tomando cada vez menos en cuenta al Reinaldo. Él, era un cuadro más de la sala, pero claro, le poníamos atención sólo para burlarnos de su manera de ser.

Un día, fuimos de visita al Banco del Estado, era una visita pedagógica, donde el profesor en conjunto con un miembro del banco nos explicaba todo lo relacionado con el dinero y la función de los bancos en si. El punto es que nunca pusimos nada de atención a lo que nos iba contando el Nicaragüense, y muy poco a lo que nos contaba el Sr. del banco.

…Nunca se nos pasó por la cabeza los sentimientos del este extranjero, cómo el se sentía verdaderamente… ahora pienso que anda de bien lo pasó con nosotros.

Bueno, ocurrió lo que nunca se nos pasó por nuestras inmaduras mentes; luego de una semana, no volvimos a ver más al Sr. Reinaldo Santa Ana, tuvo que retirarse del colegio porque el rector en conjunto con la directiva lo despidieron porque simplemente no pudo hacer una buena clase con nosotros…gracias a nosotros.

No se si sigue en hile o si está en su país, o si está internado en el Peral o si está bajo tierra, pero luego de saber de su despido, algo en nosotros nos hizo dar cuenta de nuestro error…aunque sea un 0.1%, maduramos…

¿Teníamos que haberle funado cierta parte importante de su vida a alguien que es diferente externamente para madurar un poco?

Amistosa Inmadurez


Cosas “injustas” de la vida

En nuestro último año en el liceo, nuestro profesor jefe, mandó a “ordenar” el laboratorio que prácticamente no usábamos, a un grupo de estudiantes, entre 8 ó 9 de un total de 40, con lo cual 31 ó 32 estudiantes se quedaron en clases haciendo una improvisada prueba. Estos 8 ó 9 estudiantes fueron al laboratorio a “pasar el rato” sin hacer nada, puesto que en el lugar no había nada que hacer, el profesor solo los eligió para ayudarlos con sus notas, ya que por hacer esta “gran” tarea los calificaría con nota 7.0.

Los estudiantes que se quedaron en la sala, estaban desconcertados con lo que pasaba, y encontraban muy injusto que el profesor diera esa clase de privilegios a algunos estudiantes, ya que a ellos los calificaría con nota mínima, es decir, un 1.0.

Todos se pusieron de acuerdo en no hacer la prueba pensando en que si juntaban fuerzas, el profesor no podría calificar a la mayor parte del curso con nota mínima, argumentando que su actitud era extremadamente arbitraria y fuera de lugar.

Toda esta polémica llevó a una gran discusión dentro del curso, puesto que los que se quedaron en clases recriminaban a los que habían salido, y a su vez los que estaban fuera contestaban que ellos no eran los responsables de la actitud del profesor, y que por lo demás la nota les favorecía demasiado.

Los estudiantes exigieron hablar con el coordinador de asuntos estudiantiles (C.A.E.), quien era el siguiente paso para hablar después del profesor, el cual no daba a torcer su brazo y no estaba dispuesto a deponer su actitud. El C.A.E. no fue de gran ayuda para los muchachos puesto que argumentó que en la sala de clases era cada profesor el que ponía sus propias reglas y que él no tenía nada que hacer ni decir en este conflicto.

Finalmente y luego de muchas discusiones y alegatos por parte de los estudiantes hacia el profesor, sus compañeros, y el C.A.E., lamentablemente no llegaron a nada bueno, ya que por no acatar la orden del profesor de hacer la prueba y de además, según el profesor, “crear conflicto” dentro del curso los calificó con un 1.0 y a estos 8 ó 9 “compañeros” les puso un 7.0.

La resolución fue espantosa, puesto que faltaba muy poco para que terminara el año escolar, y obviamente esta nota no los favorecía en nada, por suerte, todos pasamos de curso, y no hubo que lamentar la injusticia producida por el profesor y sus arbitrarias decisiones.

Almendra Campino

No todos somos iguales

Llegaba la tarde en el colegio y el curso siempre tenía dificultades con la asignatura de matemáticas. Esa tarde dejaría un recuerdo muy desagradable para Nicolás, mi hermano, quien era compañero mío durante todo el periodo escolar que nos quedaría por cursar.

El profesor llegaba a la sala y todos sabían cuando guardar silencio porque, claro, nos convenía y de esta manera teníamos que salvar el día sin una comunicación al apoderado citándolo para el día siguiente.

El libro se encontraba en sus brazos regocijándose con las notas de todos los alumnos, era algo desesperante esperar tu nombre porque nunca sabias que calificación podrías sacar. Aunque hubieras estudiado hace una semana antes siempre tenías la inseguridad apoderándose de ti y que no podías controlar, bueno, en realidad era algo que no podías controlar por que siempre que hicieras algo te llevaría a una situación estúpida e incómoda.

A pesar de todo el profesor sabía lo que causaba, es por eso que aprovechaba el mayor tiempo posible para terminar su café, algo detestable ya que siempre que ibas a su escritorio estaba ese olor característico: café con perfume y cigarro, la combinación perfecta para tu fracaso.

Una vez terminado su café, se digno a sacar las pruebas de su bolso abriendo el libro de clases:

- Empezamos una vez más- decía.

Hojeando y corrigiendo nos llamaba a cada uno para poder entregar las pruebas. Las caras eran variadas, existían tristes, angustiadas, preocupadas, satisfechas, pálidas, idas, entre otras. Cada uno de esas caras se debía a las palabras que el profesor Vergara decía o las noticias que cada apoderado recibiría por parte de él en la reunión de apoderados, sí, sin duda alguna era eso.

Mi hermano siempre tenía dificultades con matemáticas, era su talón de Aquiles en el colegio puesto que sus calificaciones en el resto de las asignaturas eran irreprochables. Además, los problemas con el profesor eran recurrentes debido a la conducta de Nicolás, en cambio a mí me podía costar menos hacer ese tipo de pruebas causando la molestia de él, eso se notaba por medio de sus silencios y sus bromas con sus amigos de vuelta a casa. Sin embargo, yo sabía lo que pasaba: su auto estima siempre resultaba dañado por comparaciones entre los dos que mis compañeros de clases hacían en modo de bromas.

Volviendo a la sala de clases, la espera por mi nombre no daba más, aunque a mi hermano tampoco lo habían llamado. Todos tenían sus pruebas, menos él y yo. Pese a las circunstancias, ya me estaba empezando a imaginar lo que haría Vergara:

- ¡Los dos hermanitos, vengan acá!-

Fue raro, nunca nos habían llamado al mismo tiempo para retirar una prueba. Nos miró con una cara irónica y nos dijo:

- Usted Nicolás, acaso no estudia con su hermano-

- No señor, no estudio con el por que prefiero saber por mi cuenta- le contestó.

- Pero cómo estudia porque según su prueba usted no sabe nada de lo que he pasado durante el semestre, en cambio a su hermano si que le va bien en comparación sus estudios.

Todo el curso reía por nuestra ridícula situación, era vergonzoso para mí, ahora, ¿cómo habrá sido para él? No quiero ni imaginármelo.

Como lo dije antes, esa tarde fue una tarde de las fatídicas donde el señor Vergara mostró su crápula persona para reír un poco y tener una anécdota para contar a sus colegas. Hasta hoy pienso que no sabía lo que estaba haciendo y que lo único que logró fue burlas en contra mía por el resto del día.

Por Crápula.

martes, 15 de abril de 2008

Un cambio de ropa no tan rápido

En medio de una actividad extraprogramática de mi colegio (en el año 2008), donde debíamos, como cuarto medio, actuar en los espacios que quisiéramos de éste, tuve que correr para diversos sectores (aclaro de antemano que mi colegio no era precisamente pequeño) revisando la luz, la escenografía en general y la música de fondo. En uno de esos trotes tuve que ir a la sala de profesores (lugar donde ningún estudiante cuerdo va por motivación propia) a buscar parte del maquillaje y del vestuario de la escena que a mi me tocaba. Como me tuve que cambiar rápidamente de ropa y para evitar una situación incómoda (que otra persona entrara y me viera sin ropa) me metí en la primera sala que encontré, sin siquiera prender la luz y sólo me preocupé de entrecerrar un poco la puerta. Lástima que hice todo tan rápido, porque si hubiese alcanzado a prender la luz, me habría ahorrado la incómoda y asquerosa escena que me tocó presenciar. Como tres minutos después de que ingresé a la sala y comencé a ponerme un traje bastante peculiar y difícil de poner con rapidez (el vestido era de esos bien pomposos, con corsé y todo, estilo victoriano), entró a la sala nada menos que el director del colegio. Acto seguido, entró casi en puntillas la coordinadora del primer ciclo básico. Todo podría haber quedado bien hasta ahí, pero de pronto se comenzaron a besar con DEMASIADA pasión, cosa que de verdad si pudiera borrar de mi memoria lo haría con gusto. El punto es que seguían besándose como si el mundo se fuera a acabar y no parecía que pretendían dejar de hacerlo a la brevedad. Yo, muy incómoda por el vestido y la situación ni siquiera quería respirar. Pero gracias a la torpeza y lentitud de un compañero (típico imbécil del que todos se ríen, pero que siempre salva a último minuto), que hizo demasiado ruido al entrar a la sala de profesores con el fin de encontrar unos cables de audio para mi escena (y si me encontraba, mejor), los intachables profesores se separaron rápidamente, la profesora se fue y el director se quedó revolviendo unos papeles y saludando, como si nada, a mi torpe compañero. Para rematar esta situación, este torpe me vio y me gritó que me apurara. Evidentemente el director entendió que yo llevaba ahí no menos de cinco minutos y que había presenciado su gran acto de afectuosidad. Pero el tipo, descaradamente, ni se inmuto y me dijo que el traje era muy lindo. Yo sólo sonreí y me fui a actuar. Nunca más volví a entrar a esa sala.

Arlequín


Se asomaba el sol de Junio de 2006

Se asomaba el mes de Junio del 2oo6, cuando el movimiento pingüino estaba en su mayor esplendor, se habían masificado las tomas de establecimientos educacionales en la capital, cuando nuestro centro de alumnos decide integrarse directamente a esta política, a pesar de las presiones y amenazas de los codocentes y de la dirección de nuestro establecimiento. Pues fue así como una noche, sesenta alumnos (incluyéndome) entramos al establecimiento por el techo de un departamento aledaño, ya que uno de nuestros compañeros residía ahí y nos dispuso del paso. Cuando llego la mañana éramos alrededor de ciento treinta en la toma cuando se aparecen los docentes junto a la directora, el choque de esta ultima fue notorio, muy molesta procedió a amenazar con un desalojamiento, pero nuestros dirigentes propusieron una reunión con ella, cosa que se llevo a cabo luego de una larga conversación tanto entre docentes y alumnos. La reunión se estableció al día siguiente, a todo esto cada día se integraban más alumnos a la toma y para lo cual ese segundo día de toma ya nos congregábamos doscientos diez alojados aproximadamente dentro del establecimiento. La reunión duro alrededor de cinco horas, donde asistieron: la directora, los inspectores, los docentes, abogados (representantes de un grupo de apoderados de alumnos involucrados en la toma), representantes del centro de apoderados, representantes de la Corporación de Educación, a la que pertenecía mi liceo y obviamente los dirigentes estudiantiles. La discusión fue grande, sabíamos que el establecimiento era de jurisdicción privada y no municipal, cosa que generaba preocupación hacia un posible desalojamiento estudiantil, pero el destino nos dio el inesperado apoyo de la Corporación que decidió permitir el “pacifico alojamiento estudiantil”, cosa que nos causo mucha alegría, pero a la ves nos dio a muchos enemigos, ya que la directora reclamo hasta terminada la reunión, pero ya se había dispuesto el permiso, así que momentos después de retirados los representantes de la corporación, la directora y los inspectores, se les comunico al alumnado la resolución y todos muy satisfechos, “celebramos esa misma noche”. Desde ese momento tuvimos mucho apoyo tanto económico como moral de un grupo de profesores y apoderados, así duramos tres semanas y unos cuantos días en toma, pero el movimiento estudiantil se comenzó a desintegrar, y así un día la prensa informa sobre el acuerdo de deposición de tomas general, acordado por la Asociación de Centros de Alumnos de Santiago, situación que nos obligo desalojar el establecimiento. Luego de todos estos hechos, “la venganza” esperada por la directora y “sus ministros” se comenzó a gestar, primero con la realización de un informe que denunciaba los supuestos “maltratos al establecimiento” en el periodo de toma, que luego la corporación aprobaría con la cobranza del alumnado por daños materiales, aquí digo que hubieron cosas ocultas, ya que lo dañado luego contabilizado por los alumnos no era mas que; tres ventanales, alrededor de cinco piezas de latón (zinc del techo), cuatro platos del comedor mas un par de vasos y el gas que se ocupo completo. Estos objetos estaban en el informe, pero con la diferencia que les acompañaban otros objetos mas, que no se nos dejo verificar del todo, a pesar de esto el alumnado tubo que pagar estas cuentas (¡¡que alcanzaron el monto de mas de seiscientos mil pesos¡¡), luego se procedió a expulsar a los alumnos con “extrema condicionalidad” y que se involucraron en la toma, cosa que causo mucho estupor porque hubieron alumnos que tenían la condicionalidad (por conducta) anteriormente y que luego aparecían con extrema condicionalidad (y allí estuve involucrada yo), cosa que genero que los apoderados en masa fueran a alegar sobre la situación y otra ves fue el mediador la corporación, quien limito la lista de expulsados, que implico una selección ya fuera por notas y otros elementos que salvaron a muchos incluida yo, pero de que hubieron expulsados lo hubieron. Luego se procedió a quitar el apadrinaje de becas de financiamiento y de alimento a los alumnos involucrados en el centro de alumnos y dirigencia de las tomas (donde nuevamente estuve involucrada), motivo de escándalo general, fue aquí cuando grupos de apoderados decidieron dirigirse al Ministerio de Educación, desde aquí sucedieron muchas mas cosas que mantuvieron la tensión constante entre el alumnado y la dirección, , luego sucede que se reprobaron los controles que para las fechas de las protestas y tomas se tuvieron que suspender (ya que no hubo caso de retomarlos), que por mi caso afecto bastante ya que mi promedio bajo de un 61 a la fecha del primer semestre a un 52 para final de año. Así llego Noviembre y los problemas aun no se resolvían en su mayoría, yo por mi parte tuve que trabajar de empaque en un supermercado para pagarme las cuotas del colegio que eran alrededor de 27000, no pude hacer un preuniversitario pero si me prepare por Internet gracias a que amigos que me prestaron sus computadores para hacer ensayos.

Luego crecieron las querellas judiciales por parte de los apoderados donde participaron mis padres, cosa que el año llego a su final y para variar se suspendió la fiesta de gala (aunque igual se realizó en un establecimiento arrendado, organizado por los apoderados, profesores y alumnos de tercer año), y la ceremonia de graduación también estaba en ese proceso de suspensión cuando la Corporación decide hacerla por la gran petición que llego a manos de los apoderados, pero quizás hubiese preferido que no se realizara ya que se generó un “proceso de selección”, que implico una valoración de notas, comportamiento y registro de anotaciones para “postular a ser parte de la ceremonia”, así muchos quedaron fuera, por mi lado yo estuve dentro de lo establecido y aunque pensé en rechazar la participación de esta ceremonia, fui persuadida por los consejos de profesores que por su mas sincero cariño, sufrían al ver toda la degradación del alumnado de nuestra generación de cuarto medio y los que restaban mas atrás, que también caminaban por la cuerda floja, a la ves hubieron docentes que sabían las circunstancias ocurridas pero que no se involucraron ni para apoyar ni para reprimir al alumnado, otros si hubieron que por ser de la línea de la directora, procedieron de acuerdo a la política de esta y dieron la espalda al alumnado (pues no hay otra manera de explicarlo). Así la ceremonia se realizo con el 60 por ciento (si es que no fue menos) de la generación de cuartos medios, una triste pero necesaria experiencia, aunque a las afueras del liceo ese mismo día, pudimos reencontrarnos con aquellos que fueron marginados de la ceremonia, que de mi curso eran aproximadamente 16 de 36 de los que figurábamos siempre en la lista de clases. Semanas después supimos que las querellas y denuncias dieron resultados ya que el Ministerio de Educación intervino con supervisiones, que generaron la reacción de la Corporación quien decidió reorganizar la administración del liceo, sacando del cargo a la directora, a dos codocentes y diez docentes involucrados en situaciones extrañas (que luego me entere y es mejor no hablar, porque ya he dicho suficiente).

Así mi espíritu y el espíritu de todos aquellos compañeros afectados tanto por las medidas injustamente aplicadas, como por el animo defraudado que genero en el tiempo toda esta cuestión, quedo mas tranquilo… pero no conforme, ya que el daño hecho aun se siente y se ve a dos años de lo sucedido, en compañeros que les costo retomar caminos académicos (aunque la mayoría lo pudo hacer) por los problemas de notas y comportamiento, que personalmente yo pude superar, pero en términos sentimentales, aun queda el rencor y las ganas de haber podido construir y destruir mucho mas de lo que hicimos cuando estuvimos allí.

Hija de Gandi

El Libro de Clases

En el Colegio siempre fuimos un curso muy unido, donde nos ayudamos en todo lo que podíamos.

Estábamos en cuarto medio y la verdad es que teníamos compañeros que estaban bastantes complicados en sus notas, con las cuales incluso podían llegar a repetir. Esto realmente nos tenía muy apenados al resto, especialmente a mí, ya que algunos de ellos eran mis amigos con los cuales había compartido toda la enseñanza media y con los quienes siempre soñamos en nuestra esperada fiesta de gradación y la gran gira de estudio.

Tratamos de hacer todo lo posible para que les fuera mejor, nos turnábamos para estudiar y poder hacer los trabajos, en muchos casos hicimos clases de reforzamiento y en eso teníamos todo el apoyo de nuestra profesora, quien en muchos casos se consiguió salas para poder quedarnos después de clases.

En ese tiempo yo era la presidenta del curso y por ende era quien tenía que llevar el libro de una clase a otra y en los recreos a la sala de profesores. Nosé en que momento a un compañero como chiste dijo que no había caso en que pudiera subir sus notas que la única solución era cambiar las notas del libro de clases, pero nosotros sólo lo tomamos como eso, un chiste. Nunca pensé que eso fuera a realizarse ya que era algo casi imposible de realizar. Mis compañeros por su parte subían las notas pero no lo necesario para poder pasar de curso, principalmente una amiga no tenía solución solo debía sacarse un 7, para poder pasar. Fue en estas circunstancias cuando hablaron conmigo y me dijeron lo que pretendían hacer, yo en un principio me negué ya que yo sería la perjudicada si esto se sabía, pero con los días lo pensé bien. Finalmente acepte pero con la condición de que lo hicieran un día en el cual yo no fuera a clases, ya que si se enteraban yo sería la real perjudicada.

El último mes pasó y así el año terminó, nunca se dieron cuenta de lo que ocurrió y menos como milagrosamente mis compañeros subieron las notas. El día de nuestra graduación nuestra profesora nos pidió que le diéramos las gracias por guardar nuestro gran secreto.

Por Carrie Amelit