miércoles, 16 de abril de 2008

No todos somos iguales

Llegaba la tarde en el colegio y el curso siempre tenía dificultades con la asignatura de matemáticas. Esa tarde dejaría un recuerdo muy desagradable para Nicolás, mi hermano, quien era compañero mío durante todo el periodo escolar que nos quedaría por cursar.

El profesor llegaba a la sala y todos sabían cuando guardar silencio porque, claro, nos convenía y de esta manera teníamos que salvar el día sin una comunicación al apoderado citándolo para el día siguiente.

El libro se encontraba en sus brazos regocijándose con las notas de todos los alumnos, era algo desesperante esperar tu nombre porque nunca sabias que calificación podrías sacar. Aunque hubieras estudiado hace una semana antes siempre tenías la inseguridad apoderándose de ti y que no podías controlar, bueno, en realidad era algo que no podías controlar por que siempre que hicieras algo te llevaría a una situación estúpida e incómoda.

A pesar de todo el profesor sabía lo que causaba, es por eso que aprovechaba el mayor tiempo posible para terminar su café, algo detestable ya que siempre que ibas a su escritorio estaba ese olor característico: café con perfume y cigarro, la combinación perfecta para tu fracaso.

Una vez terminado su café, se digno a sacar las pruebas de su bolso abriendo el libro de clases:

- Empezamos una vez más- decía.

Hojeando y corrigiendo nos llamaba a cada uno para poder entregar las pruebas. Las caras eran variadas, existían tristes, angustiadas, preocupadas, satisfechas, pálidas, idas, entre otras. Cada uno de esas caras se debía a las palabras que el profesor Vergara decía o las noticias que cada apoderado recibiría por parte de él en la reunión de apoderados, sí, sin duda alguna era eso.

Mi hermano siempre tenía dificultades con matemáticas, era su talón de Aquiles en el colegio puesto que sus calificaciones en el resto de las asignaturas eran irreprochables. Además, los problemas con el profesor eran recurrentes debido a la conducta de Nicolás, en cambio a mí me podía costar menos hacer ese tipo de pruebas causando la molestia de él, eso se notaba por medio de sus silencios y sus bromas con sus amigos de vuelta a casa. Sin embargo, yo sabía lo que pasaba: su auto estima siempre resultaba dañado por comparaciones entre los dos que mis compañeros de clases hacían en modo de bromas.

Volviendo a la sala de clases, la espera por mi nombre no daba más, aunque a mi hermano tampoco lo habían llamado. Todos tenían sus pruebas, menos él y yo. Pese a las circunstancias, ya me estaba empezando a imaginar lo que haría Vergara:

- ¡Los dos hermanitos, vengan acá!-

Fue raro, nunca nos habían llamado al mismo tiempo para retirar una prueba. Nos miró con una cara irónica y nos dijo:

- Usted Nicolás, acaso no estudia con su hermano-

- No señor, no estudio con el por que prefiero saber por mi cuenta- le contestó.

- Pero cómo estudia porque según su prueba usted no sabe nada de lo que he pasado durante el semestre, en cambio a su hermano si que le va bien en comparación sus estudios.

Todo el curso reía por nuestra ridícula situación, era vergonzoso para mí, ahora, ¿cómo habrá sido para él? No quiero ni imaginármelo.

Como lo dije antes, esa tarde fue una tarde de las fatídicas donde el señor Vergara mostró su crápula persona para reír un poco y tener una anécdota para contar a sus colegas. Hasta hoy pienso que no sabía lo que estaba haciendo y que lo único que logró fue burlas en contra mía por el resto del día.

Por Crápula.

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