Esta es una de esas historias tristes, que se viven durante el proceso escolar, tenía alrededor de 14 años y cursaba 1º año de enseñanza media, desde octavo básico estaba en la dirigencia estudiantil de mi liceo…
Ese año fue intenso, las elecciones de centro de estudiantes habían sido un fiasco, se había posicionado un grupo de incompetentes que sólo se dedicaba a verse bien frente a todo el mundo, con esto me refiero a estar bien con Dios y con el Diablo, frente a esta horrible situación con unos amigos nos decidimos a que podríamos cambiar la realidad del liceo, y formamos un grupo llamado M.I.C.A (movimiento independiente al centro de alumnos) lo que comenzó como una causa noble y oportuna para trabajar dentro y fuera del liceo, se transformo en toda una filosofía de vida, en una hermandad inseparable… Y en una tras otra calamidad.
Como venía diciendo este grupo, se conformaba de siete hombres y yo, estábamos profundamente convencidos de que podíamos cambiar la realidad del liceo, otros un poco más altruistas pensábamos en reformar el sistema educacional Chileno; esto fue en el año 2002, cuando aún
Habían pasado casi 3 semanas desde que había vuelto “la normalidad” al liceo, y los 2º y 3º medios andaban en el ya tradicional paseo de fines de octubre para recorrer
Ese día me gritaron y me humillaron, me faltaron el respeto de maneras inesperadas, jugaron de tal manera con las palabras que sentí morir, fue tanto el nivel de angustia, me sentía desesperadamente SOLA, me sentía infinitamente desvalida, y solo respondía mecánicamente las preguntas que me hacían sin parar (pensando que en desesperación o angustia cambiaria mis respuestas, para salir del paso) respondía una y otra vez: no diré nada hasta que estemos los siete…, una y otra vez, incansablemente, no diré nada hasta que estemos los siete. Y sin botar ninguna lágrima… sin hacer el más mínimo ademán de que me habían partido en dos y me habían llenado de rocas… seguí, salí de la sala, busque mis cosas en mi locker… y la soledad se hizo amarga y se apoderó de mi, mis compañeros ya se había ido, no quedaban más de tres personas en la sala y una de ellas al verme desmoronarme, me abrazo – una de esas compañeras con las que uno jamás habla por que en verdad cree que no tienen nada que decir- preguntando la tópica... Que pasa ¿? Yo solo sentía vació, silencio y una soledad que me consumía desde ahí., nada importaba, desde ese día la soledad no me abandona aún sigue seca y amarga, nunca he dejado de ser dirigente estudiantil y aún creo que podemos cambiar las cosas dentro del sistema educacional Chileno, pero ahora después de 6 años, agradezco profundamente esa experiencia, me enseño que la soledad esta pegada a esta labor, pero hay que sacarle provecho, me brindo el temple necesario para mantenerme vigente y activa durante todo mi proceso escolar.
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