Mi historia ocurre en el cuarto medio de un colegio cualquiera.
La profesora jefe había cambiado y la nueva profesora recién se estaba acomodando al curso. Recién nos estaba conociendo y sólo conocía a dos o tres por sus nombres.
Mi nombre se lo aprendió de inmediato, Clementina no es un nombre muy común a demás por lo general los profesores identifican fácilmente a los alumnos que tienen mejor promedio.
Tampoco le costo aprenderse el nombre de un compañero que tenia el mejor promedio en matemáticas de todo el colegio. Parra era uno de los estudiantes más tranquilo, nunca daba problemas y era bastante reservado; pertenecía a una familia evangélica muy conservadora.
No viene al caso describir ni mencionar a otras personas por el momento ya que con esas tres alusiones me basta para comenzar.
Por alguna extraña razón un grupo numeroso del curso consideraba absolutamente necesario establecer que entre Parra y yo existía una relación romántica, lo cual era absolutamente falso, de hecho entre él y yo apenas conversábamos tres palabras al día. Sin embargo no nos molestaba y dejábamos que el resto siguiera con su entretenimiento tan básico y tan inmaduro ya que no le hacía daño a nadie.
A mediados del año, yo no estaba pasando por buenos momentos, no entrare en detalles pero tienen que saber que por razones medicas faltaba muy seguido a clases. Presentaba justificativo médico conforme correspondía así que no tuve mayores problemas hasta que un bendito certificado con las acostumbradas letras casi ilegibles usada como norma por casi todos los profesionales de la salud, hizo de las suyas interfiriendo no sólo mi vida, sino que también afectó directamente a un pobre inocente.
Acepto que fue un error mió no haber revisado el certificado antes de entregarlo en
La cuestión fue la siguiente: al finalizar una reunión de apoderados la profesora jefe llamo a mi mamá, quién era mi apoderado, y al papá de Parra. Los hizo tomar asiento y con mucha solemnidad dijo:
- Por favor les pido que están tranquilos. Estas cosas pasan y lo mejor es mostrar apoyo a los jóvenes. Al final de cuentas no será la primera ni la ultima vez que esto pasa en cuarto medio.
Se podrán imaginar la cara de desconcierto con que los dos padres miraban la profesora y la sorpresa al escuchar lo que esta respondió cuando se el pregunto directamente de “que diablos estaba hablando”
- Señora, su hija esta embarazada y Parra es el papá- dijo con una voz muy tranquila.
Cuando por fin los padres se sobrepusieron a la noticia solo dijeron:
- ¡Mi hija no esta embarazada!
- ¡Mi hijo no tiene polola!
- Señores- dijo la profesora- Clementina y Parra llevan un buen tiempo de relación.
No sé lo que habrá pasado en casa de Parra, lo que sí sé es que su papá se vio mucho mas afectado que mi mamá.
Cuando mi mamá llegó a la casa lo primero que me notificó, no fueron mis notas ni nada parecido, fue que yo iba a ser mamá.
Ni te imaginas la carcajada que salió de mí y de mis hermanas en cuanto escuché esas palabras, mucho más al ver la cara de energúmeno que puso mi papá. Todos sabíamos que eso no era cierto. En mi familia hay mucha confianza y rara vez se duda de cualquiera de los integrantes. Lo que en realidad molestó a mi papá y lo que más adelante me molestó a mí, aunque en menor grado, fue la actitud de “vieja chismosa e imprudente de la profesora”.
Al día siguiente inmediatamente quise aclarar la situación ya que como es habitual la feliz noticia de la llegada de mi bebé se había esparcido por todo el curso y por todo el profesorado.
Con Parra exigimos que se nos dijera de dónde habían sacado todo eso. La profesora muy preocupada corrió a buscar el certificado medico que originó todo el embrollo.
Créeme, lector, si te digo que al ver rápidamente lo escrito como diagnostico en el papel se puede interpretar con facilidad “embarazo”. Viéndolo con detenimiento podemos aceptar que dice cualquier otra cosa menos embarazo, pero la mentalidad de algunas personas recurre siempre a lo más fácil y por cierto, a lo más polémico. No culpo a la profesora por interpretar mal el certificado, es fácil pensar mal de una joven de 17 años y mucho más fácil “achacarle” un embarazo. Además la profesora asumía, debido a todas las bromas de mis compañeros que Parra y yo éramos pololos.
Felizmente la situación se aclaró. La anécdota fue públicamente conocida y lamentablemente las bromas hacia la felíz pareja aumentaron considerablemente.
Quisiera reiterar, solo para dejar las cosas bien claras, que nunca pasó y nunca pasará nada con el que supuestamente iba a ser el padre de mi primogénito.
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